José Antonio Balbontín por Francisco Arias Solís

Publicado en por franciscoarias

 

JOSÉ ANTONIO BALBONTÍN GUTIÉRREZ

(1893-1978)

 

Lo que a mí me hizo abandonar la visión beatífica de la España tradicional fue el descubrimiento inaudito y desconcertante, de que en Andalucía había tres millones de campesinos hambrientos de los que nadie hacía caso.”

José Antonio Balbontín.

LA VOZ PIONERA DE LA POESÍA SOCIAL

 

Los últimos estudios sobre la novela social fijan sus inicios en 1927, año en que publican sus primeras novelas Joaquín Arderius y Julián Zugazagoitia, pues bien, Balbontín publica su primera novela social El suicidio del príncipe Ariel, en 1929, en la colección titulada “La Novela Social” de la editorial Historia Nueva, en la misma colección aparecieron Plantel de inválidos, de César Falcón, y El blocao, de José Díaz Fernández, que suponen la consolidación del género. El libro de poemas de Balbontín Inquietudes (1925), es pionero en la poesía social y su poema “Alzaba el brazo ingenuamente / con un afán de rebeldía / que se quebraba entre sus labios / en el dulzor de una sonrisa...”, con esta dedicatoria: “Para aquella incipiente revolucionaria que en un mitín de modistillas, habló de rebelión con palabras tan dulces...”, fue de los poemas más celebrados de la época. Fue también pionero de la poesía revolucionaria en su libro Romancero del pueblo (1931), que se abre con un poema revelador: “Yo quiero ser el poeta / de los dolores del pueblo...” Este poeta, escritor, abogado y político que fue diputado por Sevilla en las elecciones a Cortes Constituyentes de la Segunda República Española, magistrado del Tribunal Supremo durante la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco y ministro consejero en Londres del Gobierno republicano en el exilio, escribió una interesante autobiografía política con el título de La España de mi experiencia. Reminiscencias y esperanzas de un español en el exilio (1952), a su regreso a nuestro país, después de su largo exilio, publicó libros sobre temas religiosos desde un agnosticismo militante -¿Dónde está la verdad? (1967), A la busca del Dios perdido (1969), Reflexiones sobre la no-violencia (1973)-, que se traducen en una defensa apasionada del desarme mundial y en un pacifismo a ultranza, que condena sobre todo la guerra atómica y el uso en general de armas nucleares.

 

José Antonio Balbontín Gutiérrez nació en Madrid el 8 de octubre de 1893 y falleció en la misma ciudad el 28 de febrero de 1978. Hijo de una familia acomodada y de fuerte raigambre católica, su padre había heredado una próspera industria de anisados en Sevilla y su madre de origen montañés falleció cuando sólo contaba con seis años de edad. Fue educado en la Congregación de los Luises de Madrid. Cursó derecho en la Universidad Central de Madrid. En 1914 sufrió una crisis de fe. Asiduo de la biblioteca del Ateneo, ingresó en 1917 en el Grupo de Estudiantes Socialistas, un año después conoce a María Muñoz Cenzano, con la que contrajo matrimonio diez años más tarde. Codirigió las revistas El Estudiante y Post-Guerra, y colaboró en el periódico La Tierra. En 1929, con el seudónimo de María Luz de Valdecilla, publicó en el órgano oficial de la dictadura La Nación, un soneto con acróstico cuyas primeras letras formaban la frase “PRIMO ES BORRACHO”, el gobierno secuestró la tirada del periódico. En 1930 se afilió al Partido Radical Socialista, en el que llegó a presidir la Agrupación de Madrid. Al año siguiente abandonó dicho partido y fundó el Partido Social Revolucionario. En las elecciones de junio de 1931 se presentó por Sevilla en una candidatura encabezada por Ramón Franco y en la que figuraba, entre otros, Blas Infante. Fue proclamado diputado en octubre de 1931 y se integró en las Cortes en un grupo de escasa fuerza real pero que se hizo notar por su oposición al gobierno, formado por Ramón Franco, Ángel Samblancat, Salvador Sediles, Rodrigo Soriano, Eduardo Ortega y Gasset, Eduardo Barriobero, Juan Botella Asensi y Joaquín Pérez Madrigal, grupo que fue conocido como el de “los jabalíes”. En 1933 militó en el Partido Comunista, por el que fue candidato en las elecciones generales celebradas ese año, para abandonarlo en 1934. Durante la guerra se aproximó nuevamente al Partido Comunista y trabajó como periodista en Mundo Obrero. En 1937 fue nombrado magistrado de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo, con sede primero en Valencia y después en Barcelona. A finales de abril de 1939 emprendió el camino de su exilio, por la frontera catalana, dirigiéndose a Londres, donde trabajó como traductor para diversas empresas y fue redactor para el servicio español de la BBC. Colaboró en la prensa argentina y mexicana, y también en la principal revista del exilio español Las Españas. Militó en la sección inglesa del partido Izquierda Republicana, en el que llegó a presidir la Agrupación de Londres. En 1952 fue nombrado consejero en Londres del Gobierno republicano en el exilio, cargo que desempeñó durante diez años. A su regreso a España, a fines de 1970, trabajó de traductor y colaboró en varios periódicos y revistas como Índice y Cuadernos para el Diálogo.

 

Entre sus numerosas obras, además de las citadas, destacan: Poesía: Albores (1910), De la tierruca (poesías montañesas) (1912), La risa de la esperanza (1914), Por el amor de España y de la Idea, Cien sonetos de combate contra Franco y sus huestes (1956), Mis 13 poesías predilectas (1964) y A la orilla del Támesis (poemas del destierro) (2005). Novela: Una pedrada a la Virgen (1932). Teatro: ¡Aquí manda Narváez! (1936), La canción de Riego (1936), El cuartel de la Montaña (1936), El frente de Extremadura (1936) y Pionera (1936). Ensayo: El problema de la tierra en España y en el mundo (1952) y Tres poetas de España. Rosalía de Castro, Federico García Lorca, Antonio Machado (1957). Y como dijo el pionero de la poesía social: “Dentro de España, como fuera de ella, seguiré defendiendo, en la medida de mis fuerzas, el ideal de una República liberal y democrática que avanzara prácticamente hacia un socialismo humanista, que era precisamente el ideal de Francisco Giner de los Ríos, maestro que me parece cada vez más venerable”.

 

Francisco Arias Solís

 

El futuro se gana, ganando la libertad.

 

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